1Vs1 (o "CINE DE DOS INTÉRPRETES")

Muchos son los realizadores, guionistas e intérpretes que han mostrado, en mayor o menor grado y desde algún momento de su trayectoria, una marcada querencia por un tipo de cine apuntalado de forma  exclusiva (o muy poco menos) en el puro y duro diálogo. Y aunque, así de entrada y obviamente, dicha disposición no convierte por si misma una referencia (la que sea) en "obra maestra", no puedo dejar siempre de admirar el atrevimiento y sacrificio que ello supone. Apoyar todo el peso de una obra cinematográfica en lo de "gente cascando y mirándose todo el rato", supone una lógica y continua suerte de plano-contraplano, donde el margen para las virguerías y/o variaciones desde el objetivo de cámara (uno de los rasgos donde no pocos de los grandes directores encuentran su marca diferencial, ni qué decir) se sofocan hasta su, prácticamente, mínima expresión. Yendo más allá, a las últimas consecuencias de lo explicado hasta ahora, tenemos además una serie de cineastas que se han atrevido alguna vez a terminar de sintetizar el asunto, logrando terminar su propuesta en base al trabajo de dos únicos intérpretes y los roles en pantalla que de ellos destilan. El rizo rizado, vaya.Puestos a matizar un algo más, y de cara a los ejemplos que seguirán más abajo, conviene también explicar que aunque hayan muchas películas, y adscritas a muy distintos géneros además, que juegan esa baza de forma descarada y en gran medida (desde "El año pasado en Marienbad" hasta "La trampa de la muerte" pasando por "El coleccionista" o "Una jornada particular", significante etcétera), lo mismo que alguna que otra abstracción lograda con, directamente, un solo personaje on screen (la todavía relativamente reciente "Moon" de Duncan Jones seria la muestra perfecta aquí), en ésta entrada de hoy se ha tratado de buscar y encontrar una serie de films cuya tan evidentemente teatral premisa base sea, sin más, aquello mentado al final del párrafo anterior: dos actores/personajes dialogando (verbal y visualmente, ojo al matiz) durante todo el metraje. No alargo ya más, en la seguridad absoluta que hay otros ejemplos (mejores, iguales y peores), aquí queden en cualquier caso los cinco que se proponen hoy desde ésta casa...


1. "Mi cena con André" (My Dinner with André, 1981/ Louis Malle). Malle se atreve con un film sobre una conversación entre dos personas, obteniendo excelentes críticas en USA. Dándose vida a sí mismos, los actores y autores Wallace Shawn y André Gregory quedan una noche a cenar. Como buenos amigos, se empiezan a contar múltiples experiencias personales, a través de las cuales comienzan a surgir los grandes temas de la existencia. Dirigida por Louis Malle, y con guión creado por los dos protagonistas, "Mi cena con André" nos invita a enfrentarnos a lo que de verdad, al final, pesa en la vida.  
Seguramente el film que mejor vendría a referir el tipo de propuesta descrito y que, por ello mismo y aún a pesar de no estar ante ranking alguno, pienso debe iniciar, en plena justicia (o con el único permiso del infalible troll de turno, que se fije en el par de camareros que toman el pedido de forma tan intrascendente como fugaz), el listado. Wallace Shawn y André Gregory convencen, de alguna manera, al genial Louis Malle para que les filme el careto durante algo menos de dos horas y partiendo del libreto que ellos mismos se han despachado cuatro manos... "Film de culto" que se dice, con estos dos viejos conocidos más que amigos -o pareciera- entroncados en una conversación (aunque en muchas ocasiones parezca más un monólogo de André -el personaje y el actor-) que dura, de forma casi íntegra, lo que la consabida cena del título y con bien poco a añadir desde la sinopsis... Arte, viajes, filosofía, soberbia, pedantería, autoindulgencia, culpa, vergüenza, lo mundano, lo divino y un sindiós de conceptos más lanzados al aire en algún momento... Como dos cuñados divagando  en la sobremesa de un film del Allen más esnob, o como dos autores desnudando su alma, sin cortapisas ni dobleces medien, frente a un plato sopa... Que decida cada cual pero, eso sí, la honestidad y su indebatible calidad que no se la discuta nunca nadie. Para mi magnífica (y única), ni qué decir.


2. "La huella" (Sleuth, 1972/ Joseph L. Mankiewicz). Andrew Wyke (Laurence Olivier) es un prestigioso escritor de novelas de intriga. Además, su pasión por los juegos de ingenio y las adivinanzas lo ha llevado a convertir su gran mansión en una especie de museo, donde se exponen los juguetes y mecanismos más extravagantes. Una tarde, invita a su casa a Milo Tindle (Michael Caine), amante de su mujer y propietario de una cadena de salones de belleza, para proponerle un ingenioso plan del que ambos podrían salir beneficiados.  
El más célebre y evidente de los films del listado a colación de lo que el posteo de hoy pretende. Olivier contra Caine y al revés, al compás de Joseph L. Mankiewicz... ¿Acaso tenía margen alguno para la derrota? Adaptación de obra teatral que el propio autor (Anthony Shaffer) se encarga de guionizar para la ocasión, con ésta infalible historia suya plagada de recovecos argumentales construidos sobre cuernos, venganzas y esperpentos por doquier en pista indoor. El realizador de "Eva al desnudo" y demás se encarga de separar los entreactos, a base de enfocar los juguetes de este millonario con diógenes encarnado por Sir Laurence y/o poco más, para dejar a los dos titanes hacer "lo suyo", sin dejar espacio a intrusismo ni estorbo alguno en el proceso... Título referencial para cualquiera de los tres implicados más famosos al fin, y con toda la locura a cuestas que acarrea ello tras el vértigo de repasar ni que sea un algo los nombres propios, que nos salta de la comedia al suspense lo mismo que de la intriga al drama, como y cuando la gana le dá... Mágica, para resumir y desde luego. Y además para aquell@s que se deleiten con el mundo de la interpretación, de forma especialmente denodada, se alcanza lo totémico sin ya nada más a apostillar.


3. "Infierno en el pacífico" (Hell in the Pacific, 1968/ John Boorman).  Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los dos únicos supervivientes de una batalla naval, un soldado norteamericano y un oficial japonés, se ven obligados a convivir en una isla desierta del Océano Pacífico.
Quizá no, sin duda no tienen los matices y complejidades interpretativas a disponer del par inmediatamente anterior pero, ojo, Lee Marvin y Toshirô Mifune tampoco vendrían siendo Bartolo y su primo en el Tenorio improvisado para la verbena el pueblo... Es más, en términos de "fuerza" en pantalla les tose Mitchum y bien pocos más. Esto es así. Tras tanto dispendio de rudeza (Mifune fue solicitado explícitamente por el otro ya que se confesaba fan)  estaba, además, un entonces en alza y joven Boorman pre-Deliverance que, por supuesto, deja aquí ya algunos rasgos de esa abstracción por la naturaleza que veremos bastante después en "Excalibur" o "La selva esmeralda"... Con este film, más allá de ver en danza a Marvin y al actor fetiche del inalcanzable AK (ambos veteranos de guerra en la vida real, ya puestos), tenemos, en las cuitas de estos dos soldados enemigos cautivos en la consabida isla desierta, el ejemplo perfecto sobre ese diálogo no verbal anteriormente apuntado... lo mismo, y que eso también,  que una pequeña trampa (para lo que nos ocupa) ya que el paisajismo aquí se asemeja, puntualmente, al catálogo de verano de Halcón Viajes... Pero no importa. Metáfora brutal, sangrante, sátira en verdad, sobre la ausencia de comunicación y el aupamiento vanal de los prejuicios que tan gratuitamente se inoculan. Mucho -MUCHÍSIMO- mejor, por cierto, el final que quería Boorman (fácilmente encontrable en las redes para quien tenga curiosidad, que está grabado) al que finalmente se editó para su versión estándar. Para terminar, a modo curiosidad, solo mencionar esa versión (poco o nada encubierta) ochentera de "Enemigo mio" con Quaid y el director de "La historia interminable", montada sobre el mismo relato original y que nos cambiaba, para la ocasión, yanquis y nipones por terrícolas y extraterrestres.


4. "Sin testigos" (Bez svideteley, 1983/ Nikita Mikhalkov). Un hombre (Mikhail Ulyanov) reaparece en la vida de su ex-esposa (Irina Kupchenko). Se había casado de nuevo y quedó viudo con una hija que ha seguido su interés por la música. Con intenciones, quizás, de reconciliarse, él hombre tratará de indagar por la nueva vida de su ex... pero, también ella analizará cada palabra suya. 
Y ahora viene cuando les explico que de las diez interpretaciones que, de forma lógica al hacer recuento, se destacan en esta entrada, nos enfrentamos a las dos mejores con una superioridad del todo incalculable... Ya hace un buen tiempo que un viejo amigo me recomendó que viera encarecidamente éste film (dada su marcada querencia por el cine ruso y al hacerle conocedor de mi profunda admiración por el film "Quemado por el sol", del mismo realizador que ahora nos ocupa). La propuesta más indisimulada y crudamente dramática del ramillete. La que más duele, la más devastadora y la más poco amable para con el espectador... Pero también la más nutritiva, la menos efectista y la que se eleva a cotas artísticas más elevadas. Irina Kupchenko y Mikhail Ulyanov subliman la interpretación a unos niveles con bien poco parangón y al nivel que se prefiera o pretenda elegir  (a modo fugaz ejemplo de catálogo: lo que hace la primera en la escena de la llamada telefónica, ya hacia el final del film, nos replantea desde ahí y ya para siempre el concepto de lo que debiera considerarse un "gran intérprete"). Por otro lado, Mikhalkov se sirve de los pocos elementos ajenos a la conversación directa con una maestría ya entonces impresionante (atención a los derrumbes de cuarta pared en forma de soliloquio, con aquellos planos rembrandianos -perdón, si- con las jetas brillando sobre fondo negro o, también, a las voces en off relatando fotografias y epístolas varias)... Lo suave y espartano de la puesta en escena (en contraste impagable con lo que se va sucediendo), más lo tan medido de su ajustado metraje (más "verdad" y flor de piel constante sería, seguramente, insoportable), convierten esta montaña rusa, "nunca mejor dicho" (entónese ello con voz carcunda y engolada a más no poder, claro), de sentimientos en una terapia que muy difícilmente, y en la más mejor de las acepciones posibles, podremos olvidar jamás. Imprescindible, sin más y aún con todo su desgarro y completa ausencia de azúcar.


5. "El próximo año a la misma hora" ("Same Time, Next Year", 1978/ Robert Mulligan). Un hombre y una mujer se conocen por casualidad en el comedor de un romántico hotel. Aunque ambos están casados, al día siguiente despiertan perplejos en la misma cama preguntándose qué les ha pasado. Sin embargo, se citan para el año siguiente en el mismo hotel y en la misma fecha. Adaptación cinematográfica de un previo éxito de Broadway. 
Finalmente, y para terminar de forma más amena desde lo anterior, la referencia más amigable y menos dolorosa del lote. El bastante irregular Robert Mulligan ponía en austeras imágenes una relativamente popular obra teatral, dejándola por completo en manos de una Ellen Burstyn y un Alan Alda magníficos, que se sobran y bastan para mantener a flote el film en todo momento. La variante más romántica, no exenta de drama y comedia (por supuesto),  de la colección se cimenta en el paso del tiempo y el salpicar de los distintos contextos históricos en la evolución de sus protagonistas. Su tan plausible ausencia de ínfulas innecesarias y su tan lograda naturalidad, que de verdad se lo prometo, hacen apuesta segura hasta para con el más desconfiado llegada la hora de leer la palabra "romance" desde las consabidas e insaltables etiquetas que delimitan al género del film que toque... Alda salía muy reforzado desmostrando que, definitivamente, había vida para él en el séptimo arte (y más allá de la tan imprescindible serie televisiva que le dio a conocer unos años antes) y la Burstyn... Bueno, ¿cuándo narices ha estado mal, ni siquiera regular, Ellen Burstyn?. Recomendable, que nadie se equivoque con su engañosa ligereza por montera, y no solo su mera visualización, atención, sino incluso su periódica revisitación.

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