CICLO Mr. ALLEN: 21. "MARIDOS Y MUJERES" (1992)
INTRO. Ya que atacamos en la anterior entrada el concepto del metacine con Michael Keaton y su encomiable protagonista para ese "Birdman" de hace un par de temporadas, me parece un muy buen momento para retomar (al fin) la saga de Mr. Allen. Motivo: la devastadora escena final en el film -que no del film- con la Farrow y el propio genio neoyorquino en estos "Maridos y mujeres" de 1992. Póngamonos en solfa con el tema (que creo además que es ello uno de los puntos clave en ese documental, para mi algo decepcionante en su conjunto, de hace bien poco a costa del realizador): el escándalo de Woody con su hijastra, con Mia de por medio, azota los medios del planeta entero y es justo en ésta situación (de repulsa absoluta por otro ser humano) cuando resulta que les queda por rodar la escena (su última escena) de la separación final -en la película- a ambos intérpretes... Cuando veamos ese escena pues, escena muy sentida donde se tocan y donde hacen gala de una madurez intachable (Woody intenta acercarse con una última caricia y la otra le suelta lo de "no hagas eso, se ha acabado y los dos lo sabemos"), pensemos en la contención de la ira de Mia por la traición desdemedida y, también, en el odio soterrado a su vez de Allen por el infierno (mediático) que está viviendo derivado por la manera de conducir las cosas por parte de su ya ex-compañera... Eso debe ser lo de ser "profesional" que se dice, ya que además (por supuesto) están los dos fantásticos y, en resumen, eso es lo que debemos extraer principalmente... Pero, se insiste, no reparar en el plus añadido de las circunstancias, más allá de lo que estamos viendo de forma inmediata, nos resulta (o nos pasa a algunos, vaya) de imposible esquivar. Más allá de todo ello, ni qué decir igualmente, tenemos un largometraje rico y pleno como pocos que no deja de ser un drama (con las pertinentes y contadas pinceladas cómicas de turno) que muestra el mundo de la pareja -ya madura y asentada a priori- en la urbe, con su pequeño muestrario de triunfos y miserias perfectamente engastados. Y es que casi un cuarto de siglo después, "Husbands and Wives" sigue siendo la última película que tienen que ver "los que están por casarse" y no las tengan todas, así como una de las ultimas maravillas incontestables de un Allen cuyos largos años de bonanza absoluta (lo que va del "sleeper" a "las balas", siempre con las matizaciones y contadas excepciones a mentar pertoquen por parte de quien proceda) ya estaban tocando a su fin. Y aunque entonces fuera impensable ello.
"SINOPSIS PRESTADA". Jack (Sydney Pollack) y Sally (Judy Davis), dos de sus mejores amigos, sorprenden a Gabe (Woody Allen) y a Judy (Mia Farrow), anunciándoles su intención de separarse. Pasado el primer momento de estupefacción, la pareja empieza a plantearse si su matrimonio se basa en una relación realmente sólida. Mientras Jack y Sally tratan de rehacer sus vidas al lado de otras personas, Gabe comienza a flirtear con una de sus alumnas de la universidad (Juliette Lewis), y Judy empieza a sentirse atraída por el nuevo amigo de Sally (Liam Neeson).
A FAVOR. Con los cincuenta más que bien entrados Woody acierta de pleno con este retrato, desprovisto de todo azúcar y edulcorante al respective medie, a colación de la vida de y en pareja (que la elocuencia desde el mismo título ya ahí queda, en verdad). Y no faltan (estaríamos buenos) todos lo guiños de rigor, además: tenemos el tipo de música que ya esperamos (desde pasajes de Clásica al propio Gerhswin y/o estándares jazzeros en liza), esa cámara casi plantada en los morros en planos que más que "primeros" parecen tener ínfulas de radiografía, una verborrea sin pausa en la que -ya puestos- se dicen para la ocasión muchas más cosas de las que meramente se oyen y, o sin olvidar aquí, un generoso desfilar de roles y situaciones que logran romper el estereotipo recalcitrante que no dejan de ser pero que (al tanto) se moldean para lo indecible de bien merced a la personalidad y pericia de un tipo que, ni qué decir, está en sus salsas con ello hasta el punto que logra no se repare en lo manido de los tópicazos que (nadie se engañe e insisto) se nos depara. Del plantel actoral, amén del propio Allen, me gustaría especialmente destacar, cómo no (y como siempre que aparezca, donde sea), a la magnífica Judy Davis... Pocas actrices, u actores, pierden los papeles on screen con la potencia que ella logra (y, atención, sea en registro cómico o dramático). Finalmente, es también de recibo mencionar aquí como se consigue, con qué plenitud, desde el guión, enfocar los distintos estados que la ruptura del seno conyugal genera (y regenera)... Como se logra plasmar la diferencia entre lo que és y lo que parece, entre lo que engañosamente se desea como un mero capricho y lo que en realidad se quiere (y se sea o no consciente de ello), en este tan complicado juego que aquí se quiere y logra analizar. No me parece casualidad en absoluto lo logrado por el autor en ese preciso punto de su vida, y con la crudeza y agudeza que nos ofrece.
EN CONTRA. Nada se me ocurre. Pocas películas de Woody Allen cumplen tan bien como en ésta, en sus formas y acabados, con lo que se vende de salida. Su mayor empaste dramático (nada disimulado, además), que no tenga algún viraje cómico intruso/memorable, o que (sencillamente) no estemos ante una historia "mayor" ya de base -como en "Delitos y faltas"-, no debiera ser nunca motivo para girar gesto alguno. Además, su comedia (que también la tiene) construida más en favor del patetismo de las relaciones humanas cuando éstas se suceden fuera de las "zonas de confort" (llámenlo "rutina", si prefieren ahorrar tiempo) que en la construcción de gags, tiene (debe tener) también su peso importante.

GUZZTÓMETRO: 9 / 10