ÉRASE UNA VEZ EN... HOLLYWOOD (2019)

 INTRO. Curiosa la relación de encuentros y desencuentros que tengo con la obra del Sr. Tarantino. De ser un Prometeo, abanderado de una manera distinta (que no revolucionaria) de entender el cine apoyándose en sesgos del pasado y con especial hincapié en el deleite por lo gamberro (un poco el reverso macarra del posmodernismo de los Coen); pasando después por un papanatas que ha robado el estuche de la Srta. Pepis para prevaricar desde la chapuza con unos corta-pega de parvulario; y, finalmente, la certeza de estar ante un cineasta que se las ha apañado por cimentar un voz que, guste más o menos, se merece sin duda el calificativo de "propia"... También resulta de recibo señalar que dichas apreciaciones se han ido variando y/o matizando con el discurrir de los años que, quieran que no, también nos golpean a los simples espectadores. Por no alargar, y en resumen: Don Quentin tiene tres films a los que soy completamente refractario (las del Kung Fu y  Django -omito la del "proyecto Grindhouse" con su amiguete por considerarlo uno, desde la humildad y tal, como "otra cosa"-); otras tres que me resultan fascinantes y que tengo en muy alta estima, incluso a nivel de lecturas globales de la historia del medio (Jackie, Los Odiosos y, faltaría, la del icónico bailoteo de Travolta con la Thurman); para aterrizar, ya en lo último, con otra tripleta de referencias que, en distinto grado, me gustan y convencen aún sin llegar a los altos vuelos de las que preceden. Esto és: el estreno de largo, los Bastardos y... Erase una Vez en Hollywood, en efecto. Y, en cualquier caso, conviene saber apreciarle a este hombre la lección de vida que me deja en remanente desde ese volante en que, una vez algo más desprovisto de los prejuicios rendidos a las distintas edades y épocas propias (que yo no lo llamaría "madurar" sino más bien un aprender a dejarse dominar en exceso por onanismos mentales que, en definitiva, de bien poco sirven), su cine es algo a valorar y que merece, ya de base, tenerse bastante en cuenta. A veces mucho, en realidad. Y aunque el caso hoy nos ocupa no es de esos de putoamismo exacerbado (ok), tampoco anda tan lejos como a alguien pudiera parecer de primeras. Qué narices.  

SINOPSIS PRESTADA. Hollywood, años 60. La estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio), intenta amoldarse a los cambios del medio al mismo tiempo que su doble (Pitt). La vida de Dalton está ligada completamente a Hollywood, y es vecino de la joven y prometedora actriz y modelo Sharon Tate (Robbie) que acaba de casarse con el prestigioso director Roman Polanski. (FILMAFFINITY)

A FAVOR. De entrada lo evidente de que los actores están de narices, todos ellos y con mención especial a este DiCaprio que le pilla tonos y matices a su personaje cosa fina. Siguiendo por la via de lo obvio: el retrato de la época, por dirección/guión y producción, tan logrado que te salta a los morros. Se dan los suficientes momentos de "cachondeíto tarantiniano" como para quedarse uno satisfecho, el jukebox de rigor también centrifuga como se espera y, en resumidas cuentas, menos lo que veremos en siguiente apartado todo (lo mentado y lo que no) aparece aquí como debe y procede. Lo que me deja espacio al fin para abarcar lo que más le aplaudo y reconozco aquí al realizador... El "factor fairytale" que nos oferta el canalla. Y es que, por qué conformarnos con la realidad. Claro qué sí, oiga. La parábola como detonante y la fantasía como fin. Y aunque, por aquello de los días que vivimos, no falten adalides de la mojigatería desde dicha lectura prestos a dar por donde la espalda aumenta de interés ("oiga perdone, pero es que ahí murió gente"... Sí, y "En los últimos días de Pompeya" también, no te jode), la ensoñación dispuesta se antoja algo lo bastante valiente e ingenioso como para dejarlo caer en el olvido así como así. Por eso me funciona a mi sin problema este largometraje, en un modo similar en espíritu (aunque lejano en forma) de aquellos "Malditos bastardos" y para sintetizar. Lo encaro como un cuento en todo momento, un "what if ?" por si hay algún amante de los cómics en la sala y así lo prefiere. Bien Quentin, de nuevo y no veo a qué alargar. Le esperamos a ud, sin reservas en los apriorismos, para la siguiente. 

EN CONTRA. Nunca y por defecto me ha supuesto problema alguno el metraje, holgado o no, de un film. Hay propuestas de escasos 80' que son un morir en vida y otras de tres horas  que te dejan con ganas de más... Esto es así (tópicazo o no si se quiere) y ya lo sabemos todos. En cualquier caso, esta "Once upon..." de Tarantino tiene un problema innegablemente acusado con ello y, de hecho, la etiqueta de película artificial o innecesariamente alargada e hipertrofiada ya ha quedado, de forma bastante consensuada, adherida al título. Y, en efecto, sin entrar en más detalles y a pesar de "lo bien que se ve el film" (-y es que todas las películas de Tarantino "se ven" de puta madre, en definitiva, que se le nota el complejo por aquello de la formación farisea que sus detractores, por snobismo o hijoputerío gratuito, le recordarán siempre-) la verdad es que la sensación final es la de habernos enfrentado a algo de casi tres horas que esconde algo mejor, más afinado y cohesionado, que jamás debiera haber rebasado las dos. Tal cual. Y ojo, que es más un problema de tono, de cadencia elegida que no de vacíos estructurales-narrativos de esos con los que se tocan no pocas gentes enteradas y/o enteradillas y desde no pocos lugares (que igual a estas alturas hasta Jesulín tiene su podcast de cine en ivoox, a saber). Porque no es que sobre ningún módulo o pasaje concreto, o que tenga que explicarse esta historia "a la Ritchie" perentoriamente... Pero hay planos generales de varios días de duración o intermedios rutinarios de los personajes que empiezan, se desarrollan y terminan en la nada, cuyo abuso más que funcionar en modo digresivo, acaban por aletargar y carecer de significado... Qué sí, está bien mostrar el día a día del personaje de Brad Pitt (el caso más acusado de lo que vengo a referir aunque hay otros), se insiste que no es tema de narrativa (de hecho el contraste entre la calma chicha de la rutina del personaje hace brillar más la juerga final por simple y llano contraste de oposición), pero el ritmo elegido es algunas veces tan gratuitamente mortecino que hace tambalearse un algo de más los balances finales en una película que, para mi al menos, tiene mucho de bueno. 

CONCLUSIÓN. Notable film de tan conocido y sobreexpuesto cineasta cuyos innegables pecados, desde la opulencia innecesaria descrita en epígrafe anterior, no debieran castigarse de forma excesiva al subjetivo parecer de este lugar... Sus bondades son demasiadas, en defintiva. Y la conclusión del acto final es la verbena, está claro, pero es que ni mucho menos se detiene ahí la cosa o se limita todo a ello. Además, se insiste, ese invitarnos a una fantasía que subvierte la realidad, la historia conocida, en algo más gozoso y satisfactorio le funciona (lo ha vuelto a hacer, vaya) bien a Tarantino y, qué diablos, bien guapos son Margot Robbie y el Sr. Pitt. Qué mas da al fin los anuncios tipo cocacola improvisados que se dan por darse o alguna escena de tres minutos que se podría explicar en uno y sin coartada de pericia visual que oficie de socorrida excusa. ¿Tanto debe castigarse "el todo" por el bueno de Brad tomándose una birra en el tejado o la preciosa Margot yendo al cine?... Que se están un rato los jodíos, si, pero al final vuelve a aparecer DiCaprio siempre en algún momento, o se nos cruza algo como el "sacadachorrismo" de Quentin cuando se visita el cubil de los taraos (para esto sí, oiga, pedazo cursillo acelerado en uso de perspectivas y tiempos y espacios que nos deja aquí). Para servidor, se lo confirmo y convencido de ello además, todo queda más o menos equilibrado en los pros y contras en la valoración postrera. Lo malo es que podría ser mejor (de acuerdo y sin un asunto perfectamente focalizado, además); lo mejor es que lo malo puede decirse de casi todo, en definitiva. O muy poco menos.


GUZZTÓMETRO: 8 / 10   

Comentarios

  1. Sí que algunas escenas están alargadas en exceso, cuando Sharon Tate -Margot Robbie- va en coche, recoge a una autoestopista (sin nada que ver en la trama) entra en un cine a ver "Matt Helm (pésima película) y... ya está. Se lo podían haber ahorrado. Hay una escena que me gusta mucho, cuando Brad Pitt entra en la casa del anciano especialista (Bruce Dern) es puro Hitchcock, efecto reforzado por la banda sonora.
    Di Caprio hace el papel de su vida; eso sin duda.
    Saludos!
    Borgo.

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