CABALLERO SIN ESPADA (1939)

INTRO. Dejando para otro día la investigación de el cómo narices se llegó a "Caballero sin espada" desde "Mr. Smith Goes to Washington", la cuestión (lo magro) es que hoy volvemos a la siempre agradecida senda de "los clásicos". Y con el señor Frank Capra mediante, nada menos. Le toca, por si poco fuera, a uno de sus films de cabecera, el que cierra sus dorados 30's y, ya de paso, una de las interpretaciones más recordadas de Stewart (especialmente desde sus años mozos). Todo ello por el mismo precio. Después en los cuarenta, e intercalando con una ingente cantidad de documentos bélicos, firmará "Juan Nadie", "Arsénico por compasión" y (faltaría) "Qué bello es vivir", si... Pero a pesar de lo tan famoso de esos films, a los que debe buena parte de su postergación de cara a la historia (por lo menos al generalizar), conviene hacer hincapié en el asunto cronologías y a fin de no despistarnos: es en los 30's, no se dude, donde Capra deja asentada mayormente su leyenda. Y se insiste en ello, básicamente, porque más allá de lo célebre de una u otra referencia concreta, no parece del todo correcto dejar de apuntar el hecho que, en efecto, estamos aquí en definitiva ante uno de esos cineastas cuya importancia en la transición del mudo al sonoro resulta claramente reseñable. 

SINOPSIS PRESTADA. Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. Ignora que en Washington tendrá que vérselas con políticos y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a su secretaria, una joven que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender apasionadamente la democracia, pone en evidencia una importante trama de corrupción. (FILMAFFINITY)

A FAVOR. Pues a pesar de lo inevitablemente cándido que pueda resultar el enfoque del tema (visto hoy el film, con sus ocho décadas transcurridas), resulta punzantemente reveladora su contundente vigencia... No deja de ser una película, claro, donde aquí sí (y menos mal) el bueno gana. Pero esta figura, casi quijotesca, del leguleyo venido de provincias enfrentándose a una maquinaria podrida que no logra sino asquearle a cada nueva palada no logra quedarse obsoleta, resultando perfectamente creíble (y ya hasta verosímil, desgraciadamente) por más decenios pasen. Y nadie mejor que Stewart para plasmar esa ética bonifacia dispuesta a enfrentarse a monstruos y huracanes por doquier, está claro. Repite Capra el duo protagonista de su film anterior (la también maravillosa "Vive como quieras"), sumándole Jean Arthur a James Stewart y, ya puestos, se trae también a Edward Arnold, al que reserva el tan antipático rol de "hombre poderoso" más turbio que la leche negra. Sin embargo, en cuentas propias al menos, el papel más fascinante y memorable del folletín (y que me perdone el protagonista de "La ventana indiscreta", con su tan impresionante tour de force aquí dispensado) queda para un Claude Rains, quien antes de ver bajar escaleras a la Bergman o irse de parranda con Bogart através de la neblina, ya había dejado para los restos virguerías de este tipo... Brutalísima su dualidad on screen entre el garante, el tutor orgulloso de su discípulo al que tan bien ha moldeado en base a elementos teóricos (haciéndole entender, por ejemplo, el eterno embuste de que la ley no es sino el  instrumento de la justicia en sociedad... -que la teoría es lo que tiene, si-)  y la pérfida alimaña, completamente ebria de ambición. La banda sonora del genial Dimitri Tiomkin lográ, además, tapar todo agujero en tensión narrativa asome. Cuestión que (eso sí y obviamente) apenas ocurre con el chófer que hoy nos ocupa al volante. Uno de los mejores "Capras", en definitiva y sin más.

EN CONTRA. La controversía que se genera desde el rimbombante momento de exaltación patriotica... Forzada epifanía que el oficio de James nos hace digerible y que si bien resulta de un excesivamente melifluo y arengador (a qué negar lo evidente), tampoco entiende uno que se cargue el fantástico todo logrado por el realizador (quien, por cierto, tampoco se olvida de señalar hacía lo más podrido de las cloacas del sistema -lo que, al menos en parte, debiera equilibrarle un algo el tema hasta al más puntillista y moralizador de los cinéfilos en sala-). 


CONCLUSIÓN. Aún sin la sobriedad de "Anatomía de un asesinato", el tono vodevilesco de "Testigo de cargo" o la carga de trascendencia de "¿Vencedores o vencidos?" (y de entre otros ejemplos posibles, por supuesto), tenemos igualmente con este "Caballero sin espada" uno de los más grandes films de "juicio y tentetieso" jamás estrenado. Y muy claramente, además. Capra es posiblemente el gran fabulista urbano del periodo clásico yanqui (el director de "Qué bello es vivir", como ejemplo más incuestionable y con perdón por la obviedad) y su inercia natural por relatar sus historias como si de un cuento se tratase logra, y con notable cadencia de acierto, mezclar elementos muy serios y muy vanales en ajustadísimas proporciones. En dicho aspecto, también y de nuevo, estamos ante una referencia insaltable dentro del opus del realizador. Visto de otra forma, para no alargar y terminar a la vez, repasemos (ni que someramente sea) quién fue y qué hizo este hombre en el primer periodo del clásico americano sonoro... Una vez hecho y asumido sólo queda afirmar, sin atisbo de la menor duda, que estamos ante uno de sus tres o cinco (nunca menos de eso) mejores films realizados. Las cuentas salen solas. Y la obligada visita, que no mera recomendación, a esta película también. 

GUZZTÓMETRO: 10 / 10

Comentarios

  1. Excelente texto, Guzz, y muy de acuerdo contigo. A mí Capra siempre me ha fascinada, recuerdo ver de pequeño la que comentas, "Horizontes perdidos", "Arsénico por compasión" o "Qué bello es vivir" y emocionarme profundamente. Frase que destaco de tu texto: "Pero esta figura, casi quijotesca, del leguleyo venido de provincias enfrentándose a una maquinaria podrida que no logra sino asquearle a cada nueva palada no logra quedarse obsoleta, resultando perfectamente creíble (y ya hasta verosímil, desgraciadamente) por más decenios pasen". Perfecto, Guzz.

    Abrazos.

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  2. Bien dices que a pesar de las glorias de multitud de "Que bello es vivir" o "Arsénico y encaje antiguo" (que a mi siempre me ha gustado mucho más), es en los treinta donde Capra la lía gorda, y con ésta que reseñas, como con las anteriores.
    Es increíble, y triste además, esa vigencia que comentas, pero ahí está. Otro día nos hablas de esa importancia de Capra en el tránsito al sonoro, que es un episodio que tiene mucha tela y te intuyo emérito en la materia.
    La reseña perfecta y el 10/10 merecidísimo.
    Abrazos.

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